martes, 11 de octubre de 2011

CON PELUCA I


A lo largo de la historia de la moda, las pelucas han jugado un papel importante en la sociedad.
Ya en la Edad Antigua era un elemento común en el ritual estético de egipcios, griegos y romanos. Servían como distintivo de clase y estatus.
Tras la caída del Imperio Romano y el consecuente comienzo de la Edad Media, las pelucas caen en desuso, quizá por la fuerte influencia religiosa y las características socio-económicas de la época.
La peluca vuelve a aparecer en el Renacimiento. Durante esta época las mujeres las usaban para cubrir un cabello que había sido cortado para paliar el ataque de los piojos o la tiña. Eran muy populares, por aquel entonces, las pelucas de estilo romano de la reina Elisabeth I de Inglaterra.

Kate Blanchet en su papel de Elisabeth en la 
película "Elisabeth. La edad de oro".

Durante el siglo XVII se instaura una nueva estética más extravagante y lujosa en lo que a la indumentaria se refiere; por el contrario, los tocados se vuelven más sencillos.
Al desaparecer los grandes cuellos del Renacimiento, las mujeres dejan caer sus largas melenas atusadas con grandes bucles.

Madame Sevigne, su apellido dio nombre 
al peinado que luce.

Sería durante este siglo cuando el uso de las pelucas se afianzaría en la sociedad barroca. Uno de los personajes del momento que abogó por  el uso de este elemento fue el rey francés Luis XIV. De él se dice que, como consecuencia de una enfermedad, había perdido prácticamente su cabello, lo que lo llevó a utilizar pelucas. No obstante, el uso de pelucas ya estaba de moda, por lo que no es probable que él fuese quien las hiciese populares, sino que más bien adoptó una moda que le vino bien para cubrir su calvicie y, al mismo tiempo, hacerlo más alto frente a sus contemporáneos.

Luis XIV, rey de Francia y apodado "el rey sol".

Aunque no fuese Luis XIV el primero en usar peluca, si que fue un personaje muy influyente en la moda de su época. Para que os hagáis una idea os voy a relatar una anécdota en torno a "el rey sol" y su enorme poder para influir en sus contemporáneos:
Un buen día de verano, estando el rey de caza, se encontró con Marie-Angélique de Scoraille, duquesa de Fontange. Se trataba de una joven de diecisiete años que por aquel entonces era amante de Luis. La duquesa llevaba el pelo recogido con un lazo mientras sus rizos le caían por la frente. Ese peinado revuelto gustó tanto al rey que pidió a su amante que siempre lo llevase así. 
Mágicamente, todas las mujeres de la corte empezaron a peinarse igual y ese "look" pasó a llamarse "peinado a la fontange".

La duquesa de Fontange.

Este peinado cada vez más aparatoso y complicado hizo furor desde 1682 hasta 1713. Consistía en una alta construcción de rizos, adornados con una cofia de puntilla almidonada, todo erguido sobre una estructura de alambre  con almohadillas.
Lo que en un principio comenzó siendo un peinado casual y sencillo, terminó convirtiéndose en una amalgama de hierros, postizos y adornos varios, que lucía diferentes niveles ganando en altura la cabeza de la dama.






Se necesitaba mucho tiempo para configurar este peinado.  El pelo era necesario reforzarlo con claras de huevo para mantenerlo en el lugar deseado.
Para no pasar por el trance de peinarse todos los días, las damas estaban obligadas a tomar precauciones para no despeinarse, sobretodo a la hora de dormir. También se hacía necesaria la fumigación del peinado para apartar el mal olor , consecuencia de la falta de lavado.
Por si todo esto no fuese suficiente, a las lesiones de cuello y dolores de cabeza provocados por el peso de la mata de pelo, se le unía la batalla contra los piojos, que encontraban vivienda y alimento en la construcción capilar.
Finalmente, con la llegada de las extravagancias del Rococó, el peinado "a la fontange" se vería relegado a la intimidad del hogar, puesto que se adoptaría para "descansar" en casa.
La peluca se convirtió en un elemento imprescindible y en un símbolo del estatus de su portador. Para que os hagáis una idea, durante el apogeo de la peluca, en Versalles, se utilizaban, permanentemente, los servicios de cuarenta especialistas. los cuales residían en el palacio.
Pero no toda la sociedad estaba de acuerdo con el éxito de las pelucas; la iglesia se alzó contra ellas, aunque, en este caso, su jerarquía se vio dividida, pues eran muchos los clérigos que lucían las largas y onduladas melenas postizas de la época.
Según un relato del siglo XVII nada tenía de extraño que un clérigo arrancara la peluca de otro cuando se disponía a iniciar la misa.
Llegó a tal punto la iglesia que Jean-Baptiste Thiers, un clérigo francés, publicó un libro sobre los maleficios de las pelucas, los medios para descubrir quienes las usaban y los métodos para atacar repentinamente y despojar de la cabellera postiza a quien la portase.


Portada del libro publicado por 
Jean-Baptiste Thiers.


Finalmente la iglesia zanjó las disputas mediante una fórmula de compromiso. Se permitían las pelucas a los laicos y a los sacerdotes que fueran calvos, estuvieran enfermos o contasen con una edad avanzada, pero nunca dentro de la iglesia. Para las mujeres no había ninguna excepción.
Con la llegada del siguiente siglo, la presencia de las pelucas se acentuará, adquiriendo una fama que las haría ser recordadas a lo largo de los siglos posteriores. 


....Pero esta parte de la historia la veremos en el próximo "post" de "Un rincón de moda".  

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